El médico, la cantante y el maquinista los personajes de una tragedia

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(Seoveinte)- se cumplen cinco años de la mayor tragedia infantil de la historia de México. 25 niñas y 24 niños fallecieron en el incendio de la guardería ABC de Hermosillo. Otros 75 resultaron heridos con quemaduras de distintas consideraciones. Dos presidentes mexicanos prometieron investigar lo sucedido pero el proceso judicial se ha convertido en un callejón sin salida y la causa no avanza por lo tanto la tragedia permanece estancada y sin señal de que avance -Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. No hay ni un solo condenado por el caso. Los padres siguen pidiendo justicia. Este es el doloroso retrato de tres de esos niños que murieron aquel día que quedo marcado en la memoria y en la historia reciente de México.

Emilia Fraijo

Emilia tenía un novio. Se lo conocía por Paul. El era su vecino. No tenía recato en revelarle a todo el mundo la existencia de la relación. Lo llamaba güerito lindo. A esa edad sobran los besos ajenos a los de tu madre y cuando Emilia se acercaba a darle uno, Paul le empujaba. El chico echaba a correr. A Emilia no le importaba. Al día siguiente volvía a intentarlo todo de nueva para que la historia se repitiera.
Le gustaba Janis Joplin. Emilia a veces lloraba al escucharlas. Pero cuando actuó frente a su abuela con la guitarra eléctrica y un amplificador que le habían regalado en Navidad optó por algo más rockero: la rola “Perro lanudo”, de Los Rockin Devil’s, un grupo mexicano de los años sesenta. La abuela, que esperaba melodías de Disney, seguía el recital un tanto acalorada. Los padres de Emilia no sabían dónde esconderse. El concierto alcanzó su momento álgido cuando agarró el micrófono con fuerza y entonó una canción de amor culposo: “Tomás ya no te quiero porque estás bien feo” relato ella.
En abril se celebra el Festival de la Primavera y fue a la tienda a comprar un disfraz. El que más le gustó fue el de una mariquita bien linda que estaba en el fondo de la tienda y se desidia en llevarlo. Rojo con puntos negros y unas antenas coronadas. Al llegar a la fiesta de la guardería vio a muchos niños vestidos de leones, cocodrilos, mariposas pero ninguno como el suyo. Solo ella. Celebró la diferencia. No se lo quitó en las dos semanas siguientes y solo aceptó otra vestimenta cuando había rasgado las medias y agujereado la tela del traje que ya no podía usarse.

Emilia había nacido con un pelillo en el cuerpo que poco a poco se le fue cayendo. Ella le contestaba “quihubo mi xocolat”, que era la forma que tenía de decir chocolate a su padre, se entiende que por ser moreno. Los dos pasaban los domingos viendo las películas que ella eligiera y tantas veces como considerara. Le encantaba el mar. La primera vez que lo vio hacía frío y no pudo hablar en un buen rato. Aquella inmensidad le había causado una honda impresión. Ese mismo carácter trascendental se lo quiso dar a la verdad universal que un día le reveló a su padre, aunque ya todos se lo imaginaban: “Quiero cantar”. Esta es una historia que conmueve a todos los que la escucha o la leen e disidido crear este fragmento para darle mas vida a esta web.

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